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Confia


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Puede que parezca un acto de fe y, en el fondo, tal vez sí lo sea. No tengo evidencia científica que respalde lo que estoy a punto de decirte, solo tengo mis propias experiencias y mi propia historia.


Soltar las expectativas no significa soltar la idea de que te irá bien en la vida; significa dejar ir esa idea específica que tienes en tu cabeza sobre cómo deben ser las cosas. Especialmente si esas “cosas” son ideas que la “normalidad social” ha insertado en tu mente. Tampoco se trata de olvidar un sueño.


Soltar las expectativas se trata de entender que los sueños que tienes sí se pueden hacer realidad, pero tal vez no en la forma exacta que imaginaste. Quizás el sueño que esperabas con forma de cuadrado termine siendo una estrella, o tal vez sea un círculo sin esquinas.


No significa que no debas dar lo mejor de ti. Al contrario, soltar las expectativas es dar lo mejor mientras sueltas esa falsa idea de control sobre el resultado. Confía en que lo que viene después de tu esfuerzo será algo bueno, incluso si al principio no lo parece.

Déjame ilustrarte esto con dos ejemplos personales recientes:


1. El amor que llegó cuando solté el control.

Hace algunos años estaba en una relación de pareja, una historia de “amor” que sabía que ya casi llegaba a su fin. No había tenido mucho presente y sabía, con cada fibra de mi ser, que mucho menos tendría futuro.

Una tarde en mi casa en Venezuela, meses antes de que la vida me cambiara para siempre, le planteé a mi mamá un tema que había analizado profundamente. No estaba loca, ni mucho menos; simplemente había alcanzado la paz respecto a un asunto: el amor.

Mi título en ingeniería me había dado bases científicas para entender que todas mis relaciones fallidas, incluyendo aquellas que apenas fueron intentos, habían fracasado porque yo era una molécula imposible de mezclar con el “amor”. Él no era para mí, y yo no era para él. Este resultado analítico me había generado paz.


Es decir, había hecho las paces con la idea de no casarme ni ser madre. Había aceptado la posibilidad de vivir una vida plena conmigo misma, algo que antes me había dado miedo, pero ahora me daba tranquilidad y emoción.


No todos se casan, no todos son padres, no todos son futbolistas ni todos son astronautas, y eso está bien.


¿Lo ves? Solté por completo la idea de que para ser feliz debía estar en pareja y me quedé con lo esencial: ser feliz, sin condiciones.


Meses después de esa conversación, en la que mi mamá me confirmó que mientras yo fuera feliz, ella también lo sería, conocí a la variable que lo cambió todo: el pollito (mi ahora esposo).

Justo cuando solté el control y confié en que lo que era para mí me encontraría, termino encontrándome, no mi master en Málaga , no un año en Paris, me encontró el amor en New York

Y hasta la fecha, sigo creyendo que, si nuestros destinos cambiaran, estaría en paz y feliz conmigo misma.


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2. La amistad que encontró nuevas formas.

Como hija única por parte de mamá, crecí con la idea de que mis amigas serían las hermanas que elegiría. Y así es: ellas son mi familia.


Con la llegada de la adultez y la emigración, enfrenté retos que no conocía conscientemente, como el de hacer nuevos amigos.


Las escuelas a las que asistí y los espacios de trabajo en esta gran ciudad me trajeron nuevos amores en forma de amistad. Algunas de estas amistades tenían alas y debían regresar a casa, mientras otras atravesaban etapas como la maternidad, que hacía nuestros encuentros más esporádicos. Aprendí a adaptarme más de lo que hubiese querido a las despedidas. Mi amistad conmigo misma se fortaleció porque, aunque todos se iban, yo seguía aquí.


Hacer amigos después de cierta edad es algo curioso. Ya no tenemos el mismo corazón que cuando éramos niños, y muchas cosas que nos definen pueden simpatizar o no con otros.


Entre tantos años de despedidas, hice una amiga que pensé que nunca se iría. Se convirtió en mi universo de amistad presencial en este nuevo mundo. Pero, con el tiempo, nuestras vidas tomaron rumbos distintos. Esta separación me llevó, de forma diferente, a una ecuación similar a la del ejemplo anterior:


“Tal vez la amistad presencial no es para mí en este momento. Tal vez este es un momento para descubrir una versión de mí misma con amigas únicamente a la distancia”.


Así que solté y dejé ir esa idea construida de mí misma, esa que decía que el tener a una amiga conmigo me definía.


No me malinterpretes: amo ser amiga y amo ser una buena amiga. Pero tal vez este era el momento para simplemente ser Sarhu, no Sarhu la amiga.


Al soltar las expectativas y las formas, despedí una amistad, pero el universo me abrazó con otras. Dejé ir la forma del círculo, y me presentó un polígono maravilloso.


La vida está en constante cambio; somos nosotros quienes nos rehusamos a cambiar. Confía en la corriente que te está moviendo. Déjate llevar. Suelta el equipaje que no te deja navegar y te mantiene anclado.

Es más sencillo ir con la corriente que en su contra. Confía.

 
 
 

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